El viaje de transformar un apartamento en una obra maestra habitable cobró vida con el descubrimiento de una joya oculta: un fresco desvaído debajo de capas de yeso y pintura. Andrés Eduardo Avanzi, un talentoso arquitecto chileno, tropezó con un susurro de azul suave durante las etapas iniciales de la renovación de su apartamento, ubicado en un edificio de finales del siglo XIX en el corazón de Bolonia. Este encuentro fortuito desencadenó una cascada de inspiración, estableciendo el tono para una reimaginación verdaderamente distintiva.
Con cuidado y devoción meticulosos, las capas de historia fueron meticulosamente retiradas, revelando los tonos vibrantes del fresco original. Lo que emergió se convirtió en la piedra angular de toda la estética: una paleta de azul claro, rosa pastel, amarillo suave y verdes suaves, entrelazada sin esfuerzo en cada aspecto del diseño, desde los materiales y acabados hasta los muebles y la iluminación.
La esencia de la grandeza neoclásica impregna el espacio, armonizando sin esfuerzo con las sensibilidades contemporáneas. Las paredes enlucidas de cal y las superficies de mármol mate otorgan un sutil atractivo antiguo, mientras que los pisos de roble amarillo paja y el tapizado de terciopelo suave en tonos que reflejan los del fresco infunden calidez y sofisticación.
Para Andrés y su pareja, Martina Vesco, co-creadores de Atelier Avanzi, dar forma a un ambiente trasciende el mero diseño: es una sinfonía de elementos seleccionados cuidadosamente, una meticulosa orquestación de forma y función. Su propio hogar es un testimonio de esta filosofía, un santuario donde pasado y presente convergen en un diálogo armonioso.
A lo largo de los seis meses de viaje de renovación, cada decisión de diseño fue examinada por la comisión de la ciudad para la superintendencia de bellas artes, honrando el patrimonio del edificio con reverencia. Las alteraciones estructurales se mantuvieron al mínimo, con la eliminación de un corredor divisorio que sirvió para amplificar la sensación de espacio dentro de la sala de estar, donde los techos se elevan a alturas majestuosas de más de 3 metros.
Tomando inspiración de la elegancia atemporal de la arquitectura haussmanniana, el interior está adornado con piezas icónicas que rinden homenaje a los ilustres del diseño. Desde las sillas Leggera de Gio Ponti hasta la mesa Platner de Knoll, cada elemento irradia una estética refinada, permitiendo que el ojo deambule libremente entre la interacción de texturas y colores.
En la sala de estar, un lujoso sofá de terciopelo rosa toma el centro del escenario, complementado por sillones verdes oscuros y alfombras personalizadas que tejen narrativas de artesanía contemporánea. El dormitorio irradia tranquilidad, con una paleta de blanco y azul claro envolviendo el espacio en una serena sofisticación.
El arte se convierte en una parte integral de la narrativa, con obras de Tonino Gottarelli y Ayano Yamamoto adornando las paredes, infundiendo al ambiente con belleza etérea y resonancia poética. Un encuentro fortuito con una pintura titulada “Attesa” entrelaza aún más lo personal con lo artístico, simbolizando la próxima llegada de un nuevo capítulo: el nacimiento de la hija de Andrés y Martina.
En este santuario reimaginado, cada pincelada de color, cada artefacto cuidadosamente seleccionado, habla de una narrativa más profunda: un testimonio del poder transformador de la inspiración y el atractivo eterno de un diseño reimaginado.